viernes, 18 de marzo de 2011

LA CUESTIÓN DEL BIG BANG

 

(Publicado en el semanario LANCELOT del 22-IX-2000)
El origen del Universo, ese arcano insondable del que deriva todo cuanto nos rodea, es una cuestión que en mayor o menor grado preocupa a todo espíritu sensible, inquisitivo y observador del mundo en que vivimos y sus afueras, de la madre naturaleza en que nos encontramos inmersos, del Cosmos en suma.
Según los sesudos científicos que han buceado en esos procelosos mares del saber humano, al menos en opinión de la mayoría de ellos, todo comenzó con la terrorífica explosión de algo muy pequeño que existía preliminarmente sin saberse cómo, a cuya enigmática cosa, para eludir problemáticas explicaciones aclaratorias han dado en llamar, un tanto en abstracto, la ‘singularidad’.
A esa ‘singularidad’ primigenia se le han atribuido diferentes tamaños que van desde el ínfimo de una partícula microscópica hasta el de una esfera mensurable que contuviera compactada al máximo toda la inmensa cantidad de materia que constituye el Universo.
Hay que dejar bien sentado desde el principio que si bien es cierto que la comunidad científica se muestra decididamente favorable en un porcentaje altísimo a la teoría del Big Bang existe no obstante una considerable pléyade de autoridades en la materia que discrepan abiertamente de ella o cuando menos la ponen en entredicho. Entre esas personalidades científicas más destacadas se cuentan los astrofísicos de reconocida solvencia en estas cuestiones Hermann Bondi, Thomas Gold y Fred Hoyle, este último premio Nobel, quienes desarrollaron la teoría del ‘estado estacionario’, basada en la aparición de materia en forma de átomos en el espacio, bastando para que la misma funcione con que se creara un nuevo átomo por año y Km3 de espacio cósmico.
Inquietantes resultan asimismo las conclusiones a que ha llegado, después de concienzudas y escrupulosas observaciones, el astrónomo inglés Halton Arp, las cuales ponen muy seriamente en tela de juicio al efecto Doppler o corrimiento al rojo del espectro luminoso como principio firme e incuestionable en la demostración de la expansión del Universo, uno de los pilares básicos en que se sustenta la teoría del Big Bang.
En fin, los casos de disidentes, o al menos de los que ponen reparos a esta teoría, son bastante numerosos, muchos de ellos de gran peso científico. Pero de los muchos que podrían citarse no quisiera pasar por alto el del astrofísico sueco Hannes Alfvén, también aureolado con el prestigioso premio Nobel, quizás el más acérrimo detractor del Big Bang, como lo dejan bien de manifiesto las siguientes palabras suyas: “Si bien la cosmología del Big Bang parece magnífica en la mente de los matemáticos, resulta confusa para la mayoría de la gente. Pero cuando centenares y millares de cosmólogos visten esta historia con complicadas ecuaciones y pretenden que esta tontería (el subrayado es mío) queda confirmada por todos los telescopios gigantes…¿quién se atrevería a dudar?
Otros autores, si no tan drásticos en sus planteamientos, no han dejado cuando menos de mostrar su perplejidad ante la paradoja física de que en un punto microscópico pudiera hallarse contenida toda la inconmensurable cantidad de materia que forma el Universo. Tal es el caso del gran divulgador científico Carl Sagan, quien lleno de confusión se pregunta: “¿Había un diminuto Universo carente de toda materia y luego la materia se creó repentinamente de la nada? ¿Cómo sucede una cosa así?
Y este es, a mi modo de ver, el punto flaco de esta artificiosa teoría, el que hace ceder por su misma base a todo el edificio argumentativo que la sustenta, una absurdidad que ofende a la razón y al sentido común, en resumen.
Queda todavía la opción de que la ‘singularidad’ de marras consistiera, no ya en una partícula infinitesimal como ocurre en la variante anterior, sino en un cuerpo que contuviera toda la materia de la que surgió el Universo condensada al máximo, en este caso de dimensiones mensurables. Este planteamiento tiene ya visos de alguna lógica, pero sería en todo caso una solución incompleta o truncada, pues inmediatamente surgiría la interrogante de cómo se formó ese cuerpo material. ¿Por creación espontánea? El creacionismo es totalmente anticientífico y queda por tanto fuera de toda consideración para el caso que nos ocupa.
Desechadas, pues, esas posibilidades sólo veo una: el proceso mediante el cual lo inmaterial –la energía– se transmutó en un elemento físico –la materia–. Ahora bien, la gran diferencia que debió existir con la gran deflagración cósmica del Big Bang es que dicho proceso debió producirse de forma lenta y gradual, algo así como se postula en la ‘creación continua’ de Hoyle, apareciendo primero la materia en forma de gas, luego en estados más compactos, para llegar finalmente a constituir el Cosmos tal como lo conocemos en la actualidad.

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